Un día llegaron tres visitantes a la casa de Abraham. El se apresuró a salir a su encuentro. "¿Puedo ofrecerles algo de comer y de beber?" preguntó Abraham. "Por favor sigan y acompáñennos, y descansen en el sofá."
Los visitantes accedieron, y Abraham les trajo un poco de pan fresco, leche y hamburguesas.
Mientras los visitantes comían le preguntaron a Abraham, "¿dónde está tu esposa Sarah?" Abraham pensó que esto era un poco extraño, pero contestó; "está en la otra habitación".
Entonces uno de los hombres habló y dijo, "regresaré a visitarte por esta época el año que viene, y Sarah tendrá un hijo."
Ahora Sarah estaba escuchando detrás de la puerta de la sala. Comenzó a reír, pero cubrió su boca y se rió para sí porque no quería que la oyeran. Luego se dijo; "¿Cómo puedo tener un hijo, si tengo casi cien años?"
Más tarde, cuando los visitantes se habían ido, Abraham y Sarah se percataron de que el hombre que les había dicho esto era en realidad Dios.
Un año más tarde Sarah realmente tuvo un hijo.
Ella y Abraham le pusieron el nombre de Isaac, que significa "se ríe."
Ambos estaban muy emocionados y recordaron dar gracias a Dios por Isaac.