El emperador no pudo observar los colores más vibrantes. No vio ningún morado, ni tampoco ningún azul, ni tan siquiera un rojo voraz ni un dorado resplandeciente; lo único que vio fue el reflejo de su propia desnudez.

“Por supuesto que usted ve el más fino traje de todas estas tierras ¿no es así?” preguntó el primer hermano Lesaew.
“Oh, hermano… ¡tiene que verlo! ¡Sólo el MÁS PODEROSO de los hombres puede verlo!” agregó el segundo hermano.
Como no quería que su imperio pensara que era un hombre sin poder, el emperador contestó: “¡Qué espléndido! ¡Maravillosamente espléndido!”
Aplaudió emocionado y llamó a gritos a dos de sus consejeros de más confianza:
“¡Geoffrey! ¡Smith! ¡Llévenme de una vez a las celebraciones!”