“Claro que lo soy” dijo Geoffrey. “El traje es el más fino que haya visto jamás. Le informaré al emperador inmediatamente” continuó diciendo… porque no quería que todo el imperio pensara que era un tonto.
El día del desfile, el emperador se despertó emocionado por probarse el más fino traje que se hubiera hecho jamás. Los hermanos Lesaew ingresaron a la recámara del emperador y de inmediato comenzaron a vestirlo con su creación maestra.
Alejaron al emperador de su gran espejo y astutamente se movían a su alrededor. Silbaron y zumbaron, creando un frenesí alrededor del codicioso emperador. Luego volvieron a llevarlo a enfrentar el espejo.
El emperador miró su reflejo fijamente por un momento en medio de un desconcierto extremo.
“¡Mire!” gritó el primer hermano Lesaew. “¡Ponga sus ojos en la coraza de oro sólido, con incrustaciones de las más finas joyas del ojo del dragón!” continuó diciendo.
El emperador no vio ninguna coraza de oro sólido con joyas incrustadas.

“¡Deléitese con las impresionantes puntadas a mano a lo largo de cada una de las costuras forradas de esmeraldas!” alardeó el segundo.
El emperador no se deleitó con tales puntadas a mano, y ni siquiera pudo ver las tales costuras.
“¡Observe los más brillantes colores! ¡Morados profundos, azules efervescentes, rojos voraces y dorados resplandecientes!” gritaron ambos hermanos al unísono.