Así que Jack tomó el cabestro de la vaca en su mano, caminó atravesando la reja de la huerta y se dirigió hacia el pueblo. No había ido muy lejos cuando se encontró con un anciano de apariencia un poco extraña que le dijo, "buenos días, Jack."
"Buenos días a ti," dijo Jack, preguntándose como el anciano sabía su nombre.
"¿A dónde vas esta hermosa mañana?" preguntó el hombre.
"Voy al mercado a vender nuestra vaca Bessy."
“¡Qué hijo tan colaborador eres!” exclamó el hombre, “tengo una oferta especial para un chico tan bueno como tú.”
El pequeño anciano miró alrededor para asegurarse de que nadie estuviera mirando y luego abrió su mano para mostrarle a Jack lo que tenía.
“¿Fríjoles?” preguntó Jack, luciendo un poco confundido.
“Tres semillas de fríjoles mágicos para ser exactos, jovencito. ¡Una, dos, tres! Son tan mágicas que si las siembras por la noche, en la mañana crecen hasta el cielo,” prometió el extraño hombrecito, “y como eres tan buen chico, son todas tuyas a cambio de esa vieja vaca lechera.”