DLTK's Fairy Tale Activities
Hansel y Gretel
© Escrito por Tasha Guenther e ilustrado por Leanne Guenther
Hansel y Gretel basado en un cuento
de hadas alemán recopilado originalmente por los Hermanos Grimm

Había una vez un leñador y su esposa. Sus primeros años estuvieron llenos de dicha en una pequeña cabaña de madera donde vivían con sus dos hijos Hansel y Gretel.
Estos niños crecieron siendo sabios para la edad que tenían. Hansel era listo y encantador mientras que Gretel era precavida y astuta. Los dos niños disfrutaban haciendo rebotar las piedras en la superficie del lago que quedaba a media milla de su casa.
Hansel y Gretel pasaban la mayor parte del tiempo tratando de encontrar las piedras perfectas y las más planas para hacerlas rebotar. Tenían una gran colección de piedras, ya que pasaban más tiempo recogiéndolas que haciéndolas rebotar. Con el tiempo se les había unido un extraño compañero…un pájaro, quien robaba sus piedras y las escondía en varios sitios por todo el lugar, pero Hansel y Gretel no sabían el porqué.
En sus años de infancia, una gran hambruna azotó el país en el que vivían Hansel y Gretel. Este episodio dejó a los ricos aislados de la clase media y pobre; los comerciantes lucharon por sobrevivir y los más pobres cayeron en una inanición absoluta. El leñador y su esposa, junto con Hansel y Gretel, con el tiempo y mucho esfuerzo lograron alimentarse.
Los momentos recurrentes de hambruna causaron que la esposa del leñador perdiera la razón gradualmente. Una tarde, después de poner a Hansel y Gretel en sus camas, la mujer se aproximó a su esposo.
“Tenemos que sobrevivir el invierno que viene… tenemos que hacerlo…” comenzó a decir. “No podemos alimentar en esta casa… no podemos…”
“Entonces, ¿que se supone que hagamos?” preguntó el leñador.
“Debemos dejar a los niños solos en el bosque. Así solo tendremos que alimentarnos nosotros” contestó ella.
“Si los dejamos allá ¡con seguridad morirán de hambre!” dijo él.
“Y si los mantenemos aquí, con seguridad moriremos de hambre todos” agregó ella.
El leñador y su esposa no lo sabían, pero los niños, Hansel y Gretel, habían oído toda la conversación.
“Nuestra madre ya no nos quiere tener” lloró Gretel.
“Shh… ¡Gretel! Nuestro padre no le permitirá deshacerse de nosotros” contestó Hansel, tratando de calmar a Gretel.
“Oh, pero ¿qué podrá hacer nuestro padre cuando nos quedemos a solas con nuestra perturbada madre?” preguntó Gretel.
“Yo te protegeré” contestó él.
Hansel era muy listo. Sus planes de acción siempre eran calculados y eficientes. Al día siguiente, antes de que los mandaran a comenzar con los quehaceres de la casa, Hansel corrió media milla hasta el lago y recolectó docenas de piedras.
Cuando regresó a casa, Hansel pudo ver que su madre y su hermana estaban empacando para lo que parecía un paseo normal al bosque, pero Hansel sabía que esta vez su madre tenía planes diferentes para ellos.
Entonces sostuvo con fuerza su bolsa de piedras mientras se aproximaba a su madre.
“Estos son tiempos difíciles, mis queridos niños. Debemos aventurarnos en el bosque para ayudar a su padre con su trabajo” dijo.
“Pero…” comenzaron a decir ambos niños.
“¡Sin peros!” los regañó su madre.
Así que Hansel, Gretel, y su madre salieron hacia el bosque de densos árboles. Era tan escalofriante como la espesa niebla en una noche de tormenta: el cielo era gris oscuro y los árboles negros y sombríos.
Afortunadamente, Hansel había recordado dejar caer las piedras brillantes en el suelo cada tanto, de forma que pudiera seguir el rastro para regresar a casa.
“Hansel ¿En qué andas?” gritó su madre impaciente.
“¡Madre! ¡Madre! Mira esas ardillas en el árbol... ¡juraría que están bailando!” dijo Gretel usando su astucia para distraer a su madre.
Gretel sabía exactamente en qué andaba Hansel.
“¿Dónde? ¡No veo ninguna ardilla! ¡No veo ningún baile!” exclamó su madre, quien ahora estaba confundida y distraída, dándole tiempo a Hansel para alcanzarlas. “Oh, apresúrate...sólo tenemos que andar un poco más” refunfuñó su madre.
“¿A dónde vamos, madre?” Preguntó Hansel. Al no oír respuesta alguna, las peores pesadillas de los niños se confirmaron. Su madre iba a dejarlos en el bosque.
Hansel dejó caer otra piedra.
Viajaron un rato y Hansel dejaba caer piedras de vez en cuando, hasta que llegaron a un pequeño claro en el bosque. La madre perturbada ordenó a Hansel y Gretel que se sentaran en un tronco muerto.
“Voy a recolectar madera. Quédense aquí y vendré pronto por ustedes” dijo mintiendo.
Los niños se quedaron sentados de mala gana. Esperaron, y esperaron, y esperaron…pero su madre nunca regresó por ellos.
“Yo te protegeré” contestó él levantándose del tronco muerto. Tomó la mano de Gretel y ambos siguieron su camino de piedras...estas brillaban a la luz de la luna.
Hansel y Gretel finalmente regresaron a casa al despuntar el día, sin embargo, estaban tan cansados que ambos quedaron dormidos inmediatamente frente a la puerta de la cabaña.
Despertaron en sus camas con el ruido de la discusión entre el leñador y su esposa.
“¿Cómo pudiste dejar a nuestros amados hijos solos en el bosque?” escucharon que su padre preguntó con tristeza.
“Todos… ¡todos moriremos de hambre si se quedan aquí! Hay demasiadas bocas y NO hay suficiente comida. Es la única forma… la única forma…” contestó.
Ahora Hansel y Gretel sabían con certeza que su buena suerte se había acabado.
Hansel trató de idear una forma de protegerse a él y a su hermana. Observó por todas partes buscando sus piedritas que había dejado caer. Como no las vio por ninguna parte, Hansel supuso que el travieso pájaro las había robado todas.
Sin esperanzas, Hansel y Gretel regresaron a sus camas y esperaron a que su madre viniera a llevarlos al bosque.
Como era de esperarse, la esposa del leñador subió a la habitación de los niños para llevárselos. Ordenó a Hansel que se pusiera sus botas de caminar y a Gretel que usara sus ropas sucias.
Una vez más se encaminaron hacia el bosque.
Sin embargo, antes de que se fueran, el leñador le entregó a Hansel en secreto un pequeño pedazo de pan. Hansel vio la mirada de desesperanza en el rostro de su padre.
Hansel ocultó el pan en su bolsillo, aplastándolo hasta hacerlo prácticamente migajas y con tristeza siguió a su madre y a su amada hermana. Cada cierta distancia, Hansel dejó caer estas migajas al suelo.
Muy pronto su madre sospechó de su actitud.
“Hansel, ¿qué haces?” gritó.
De nuevo Gretel encontró la forma de distraer rápidamente a su madre:
“¡Madre! ¡Madre! ¡Una hada del bosque acaba de posarse en tu cabello!”
La mujer entró en pánico y comenzó a sacudirse para espantarla…despeinó su cabello y chilló de miedo.
Esto le dio tiempo a Hansel para alcanzarlas.
"Ustedes me van a matar… ¡Apresúrense YA!" refunfuñó.
Recorrieron otras millas hasta que llegaron a un pequeño claro en el bosque; aún más pequeño que el anterior.
"Voy a encontrar un buen lugar para cortar leña. ¡NO SE MUEVAN! Volveré pronto por ustedes" les ordenó y les dijo. Así que los niños esperaron y esperaron y esperaron, pero su madre nunca volvió por ellos.
Hansel le ofreció a Gretel el poquito de pan que quedaba.
"¿Es esto lo que has estado dejando caer al suelo?" preguntó Gretel.
"La vez pasada dejé caer la mayoría de nuestras piedras. Nuestra madre nos trajo por una ruta diferente hoy y ese pájaro estúpido debe de haber robado todas nuestras piedras. Las migajas estarán aquí en la mañana y podremos seguir el rastro de regreso a casa" contestó Hansel.
"¿En la mañana? ¡Hansel! Yo no me quedaré aquí esta noche" lloró Gretel. "¿Qué pasa si hay lobos? ¿Qué pasa…?" comenzó a decir Gretel.
"Ningún lobo, oso, puma, mapache ni ardilla nos lastimará...yo te protegeré" prometió Hansel, interrumpiendo a su agitada hermana.
Se relajaron allí mismo en el claro del bosque, descansando sus pies y jugando adivinanzas. De repente sus narices se llenaron con un aroma extrañamente dulce. Los niños siguieron la maravillosa esencia que se hacía más fuerte y más deliciosa.
Hansel y Gretel finalmente llegaron a la fuente de este aroma que los hacía babear.
Frente a sus ojos y narices había una casa hecha completamente de dulces de la más deliciosa apariencia.
El techo estaba cubierto de glaseado blanco y esponjoso; el exterior estaba hecho de chocolate y sirope pegajoso salpicaba y escurría por sus paredes…el marco de la puerta estaba hecho de gomitas empapadas de azúcar glasé brillante; un río de chocolate de leche espumoso fluía bajo el puente de galleta de jengibre que llevaba a una puerta de galleta de jengibre y un jardín de chupachús adornaba el frente de una gran ventana de azúcar cristalizado.
Hansel y Gretel observaron estupefactos por un momento y luego, sin prudencia y sin dudarlo, corrieron hacia la casa y comenzaron a llenar sus bocas de dulces.
"¿Qué hermosuras han venido hoy a mi casa?" dijo una extraña voz chillona.
Hansel y Gretel se detuvieron y se miraron uno al otro; ambos estaban todos embadurnados y cubiertos de dulce.
"¡Oh, dos pequeños para disfrutar!" dijo una vez más la voz chillona. Hansel y Gretel voltearon y se quedaron viendo a una mujer muy pequeña con cabello desaliñado que vestía un largo vestido rosado. Tenía una apariencia muy extraña y olía bastante raro – su olor era demasiado dulce.
La anciana invitó a Hansel y a Gretel a que entraran a su casa.
"¡Aquí hay más dulces! ¡Dulces frescos, mis adorados!" los llamó, señalando el interior de su casa.
Hansel entró corriendo inmediatamente a la casa de dulce, a pesar de las protestas precavidas de Gretel. Después de un rato en que ella esperaba afuera, la anciana sacó su cabeza de dientes afilados y llamó a Gretel:
"Pasa, pasa… ¡cielos, eres muy hermosa!"
Al decir esto, finalmente Gretel entró a la casa e inmediatamente oyó la puerta de galleta de jengibre que se cerró de un golpe tras de ella. Miró a su alrededor y notó que todo el interior de la casa de dulce estaba hecho de acero sólido. Había dentro de la casa bolsas y bolsas de monedas de oro brillante.
Gretel giro su cabeza y vio que Hansel estaba encerrado en una jaula ¡colgado directamente encima de una olla de agua hirviendo! Esta no era para nada una mujer… ¡era una BRUJA!
"Ahora ve y siéntate a la mesa, preciosura" ordenó a Gretel. "Ayúdame a rebanar esas chuletas... ¡vamos a engordarlo!" exclamó emocionada señalando a Hansel.
Ahora Gretel había entendido el plan de la bruja: había usado su casa de dulce para atraerlos hacia el interior ¡para así poder comérselos de cena!
Gretel pensó que ya no había ninguna esperanza y se sentó cerca de la gran mesa de metal a rebanar carne. Sollozó y rebanó; rebanó y sollozó. Gretel llenó tres baldes grandes de comida grasosa para que la anciana la cocinara en su gran olla hirviendo. Pobre se sentó ansioso pensando en una forma d escaparse. Observó mientras Gretel lanzó las sobras y los huesos en un montón separado al lado de los baldes de carne rebanada.
De repente, Hansel tuvo una idea brillante: comenzó a toser violentamente, tratando de llamar la atención de Gretel.
"Oh, ¡deja de toser! ¡Será mejor que no estés enfermo si vas a ser mi bocadillo!" chilló la bruja. Todo el escándalo hizo que Gretel mirara hacia donde estaba Hansel. Este le hizo señas para que distrajera a la bruja. Viendo la desesperación de su pobre hermano, Gretel trataba de encontrar alguna manera de distraer a la malvada anciana.
Después de pensar un momento, Gretel gritó y dejó caer su cuchillo:
"¡Ah!" gritó.
"¿Qué crees que estás haciendo? ¡Sigue trabajando!" chilló la bruja una vez más.
"Creo que vi un... que vi un... ¡UN DRAGÓN afuera!" Dijo Gretel en tono convincente. Hansel trató de no reírse porque las ocurrencias de Gretel eran cada vez más ridículas.
"¿Un dragón, dijiste?" preguntó la bruja.
"¡Madre mía...con seguridad que eso fue lo que vi…un dragón! Va a quemar el bosque con su aliento ardiente y entonces tu casa de dulce se podrá ver ¡desde cualquier punto de estas tierras!" dijo Gretel. "¿Cómo vas a cazar niños si los adultos descubren el secreto de tu casa de dulce? – los pobres adultos ya no pueden sentir el delicioso olor de tus dulces" Gretel le preguntó con su dulce voz, tan dulce como el sirope que caía del techo.
Al oír esto, la bruja abrió el cerrojo de la puerta de acero y salió corriendo a buscar al supuesto dragón.
Hansel rápidamente le pidió a Gretel que le entregara uno de los huesos que estaban en el montón de sobras. Gretel sostuvo un hueso grande, pero Hansel sacudió la cabeza; entonces ella sostuvo un hueso grueso, pero Hansel sacudió la cabeza; y luego, en el fondo del montón, Gretel encontró el hueso más delgado de todos y lo llevó a la jaula de Hansel, pues sabía para que lo usaría él.
Él le contó de su plan justo a tiempo, y entonces oyeron a la bruja que regresaba deprisa.
Justo cuando Gretel se sentó cerca de la gran mesa de metal, la bruja entró a la casa precipitadamente y con mirada desconcertada.
"¡No había ningún dragón! ¡Ni siquiera la punta de una cola o el olor de humo!" exclamó.
"Quizás pudo oler que venías" contestó Gretel francamente, mientras continuaba rebanando las chuletas. "Sabes que los dragones tienen un sentido del olfato muy agudo…" dijo secamente.
"Pff...¡Corta rebanadas más grandes! ¡Entre más grandes, mejor, hermosura!" exigió la bruja, cerrando la puerta de acero pero olvidando asegurarla.
Mientras la bruja se concentraba en la forma de rebanar de Gretel, Hansel movió silenciosamente el hueso delgado en la cerradura de su jaula:
¡TIN! ¡TIN! ¡TRAS!
Despacio y silenciosamente, Hansel retiró el hueso y esperó pacientemente para ejecutar su plan.
Una vez que Gretel terminó de rebanar, la bruja llevó el montón a la olla que estaba directamente debajo de Hansel.
"¿Y qué estás esperando, lindura? ¡Ayúdame a echar esta comida en la olla!” le ordenó la bruja a Gretel.
"Mmm…no parece que esa olla esté tan caliente" dijo Gretel.
"Pondré tus piececitos en ella y veremos" se burló la bruja.
"¿Cómo puedes confiar en que te diga que sí está bien caliente? Seguro que mentiré y la comida nunca se cocinará para que la coma mi hermano" contestó Gretel.
La bruja frunció el ceño y miró la olla y luego a Gretel una y otra vez. "Oh...supongo que tienes razón...quédate ahí. Veré si el agua está casi hirviendo" resopló la bruja.
Gretel se quedó atrás mientras la bruja se acercaba a la olla…esperando a que Hansel le hiciera una seña.
Justo cuando la vieja bruja acercó la punta de su torcida nariz al agua hirviendo, Hansel abrió su jaula de una patada. Esto le dio a Gretel la señal de empujar a la bruja en la olla del agua hirviendo. La bruja cayó a la olla justo a tiempo para que Hansel se descolgara cayendo sobre su cabeza, evitando el agua caliente bajo sus pies. El calor del agua derritió a la vieja bruja convirtiéndola en sirope dulce y pegajoso.
Los niños salieron corriendo de la casa después de tomar los sacos de oro que la bruja había robado por años de los otros niños que habían pasado por su casa de dulce.
Hansel y Gretel siguieron el camino por el que habían sentido el olor a dulce la primera vez, hasta que llegaron al pequeño claro del bosque donde Hansel había dejado caer las migajas de pan. Sin embargo, los niños se encontraron con que el pájaro bandido que había robado sus piedritas se había comido sus migajas de pan y las había reemplazado por sus piedras favoritas. El pájaro trinó de felicidad mientras comía la última migaja de pan.
¡Al parecer el pájaro también había estado hambriento!
Hansel y Gretel reunieron sus piedritas en las bolsas de oro y se encaminaron a casa.
Cuando llegaron, los recibió el abrazo de su querido padre, quien había quedado viudo porque la esposa irónicamente había muerto de intoxicación con comida.
Su padre les dio la bienvenida a casa y se disculpó por dejar que la crueldad de la madre lo hubiera vencido.
Vivieron felices por el resto de sus días compartiendo su nueva riqueza en esas tierras y, por supuesto, lanzando piedritas en el lago que quedaba a media milla mientras alimentaban de migajas a su pájaro travieso.