“Mmm…” la reina fingió pensarlo, paseándose de un lado a otro de la habitación… “dijiste que no era Bill ni Will… ¿Será Phil?” preguntó.
“No. Ese no es mi nombre” contestó el hombre.
“Y dijiste que no era John ni Ron. ¿Será Juan?”
“No. Ese no es mi nombre” contestó, golpeteando el piso con su pie impacientemente.
“Mmm… De casualidad ¿será Rumpelstiltskin?”
“¡Imposible! ¡No es justo! ¡No es justo!” el hombrecito chilló con rabia, dando zapatazos en el suelo.
Zumbaba alrededor en la habitación de la reina, en un arranque de ira. Se lanzaba contra las paredes, se golpeó su pié y se dio en la cabeza. Se lanzaba, golpeaba, se pegaba y saltaba. Y luego, enceguecido de la ira, el extraño hombrecito saltó por la ventana. Y nunca jamás se volvió a saber de él.