Cuando los enanitos llegaron a la casa esa tarde encontraron a Blanca Nieves tirada en el suelo. No respiraba. Estaba muerta. La levantaron y la miraron con nostalgia. Le hablaron, la sacudieron y lloraron sobre ella. Pero nada de esto ayudó. La querida niña estaba muerta y permaneció muerta. La acostaron en una cama de paja y todos los siete se sentaron junto a ella, le hicieron duelo y lloraron su muerte durante tres días. Iban a enterrarla, pero aun se veía tan radiante como una persona viva y aun tenía sus hermosas mejillas rojas.
Dijeron, "no podemos enterrarla en la tierra negra" y mandaron hacer un féretro de vidrio transparente, para que pudiera verse desde todos los lados. La pusieron adentro y
escribieron su nombre con letras doradas, diciendo además que era una princesa. Luego pusieron el féretro afuera en una montaña y uno de ellos siempre se quedaba con él y la cuidaba. Los
animales también vinieron e hicieron el duelo por Blanca Nieves, primero un búho, luego un cuervo y por ultimo una paloma.
Y sucedió que un príncipe se internó en este bosque y se detuvo en la casa de los siete enanitos, donde buscaba alojamiento por esa noche. Vio el féretro en la
montaña con la hermosa Blanca Nieves, y leyó lo que estaba escrito con letras doradas.
Luego dijo a los enanitos, "permítanme quedarme con el féretro. Les daré lo que
quieran por él".
Pero los enanitos contestaron, "no lo venderíamos ni por todo el oro del mundo".
Luego el príncipe dijo, "entonces me lo pueden dar, ya que no puedo vivir sin
ver a Blanca Nieves. La honraré y la respetaré como el ser más preciado".