La historia de Aracne, la tejedora

Luego Atenea comenzó a tejer.  Y tomó los rayos de sol que bañaban la cima de la montaña, y la lana blanca de las nubes de verano y el éter azul del cielo de verano, y el verde claro de los campos de verano, y el púrpura real de los bosques de otoño—y ¿qué crees que tejió?

La red que tejió estaba llena de dibujos encantadores de flores y jardines, y de castillos y torres, y de montañas, y de hombres y de bestias, y de gigantes y de enanos, y de los seres poderosos que moran en las nubes con Zeus.  Y quienes vieron el tejido estaban tan fascinados y sorprendidos que se olvidaron de la hermosa red que Aracne había tejido.  Y la misma Aracne estaba avergonzada y temerosa cuando lo vio; y cubrió su rostro con las manos y lloró.

"¡Oh!, como podré vivir", se lamentó, "ahora que ya no podré usar el telar ni el huso nunca más"

Y siguió llorando y diciendo, "¿Cómo podré vivir?"

Luego, cuando Atenea vio que la pobre doncella nunca más sería feliz a no ser que se le permitiera hilar y tejer, se compadeció de ella y dijo:

"te liberaría del acuerdo si pudiera, pero nadie lo puede hacer.  Debes respetar el acuerdo de nunca más tocar un telar ni un huso.  Y como nunca serás feliz a no ser que puedas hilar y tejer, te daré una nueva forma para que puedas seguir con tu trabajo sin huso ni telar".

Luego tocó a Aracne con la punta de la lanza que llevaba consigo a veces; y la doncella se convirtió en una hábil araña que corrió hacia un lugar en el pasto a la sombra y comenzó alegremente a hilar y a tejer una hermosa red.

He oído decir que todas las arañas que han estado en el mundo desde entonces son hijas de Aracne.  Quizás Aracne aun vive hilando y tejiendo; y la siguiente araña que veas puede ser la mismísima Aracne.

 


 

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