La
historia de Medusa y Atenea
Escrita e ilustrada por Leanne Guenther – basada en
la mitología griega
Había una vez, hace mucho tiempo que vivía una hermosa doncella llamada Medusa. Medusa vivía en la ciudad de Atenas en un país llamado Grecia – y aunque había muchas muchachas hermosas en la ciudad, Medusa era considerada la más linda de todas.
Desafortunadamente Medusa estaba muy orgullosa de su belleza y no hablaba ni pensaba en nada más. Cada día presumía de lo bella que era y cada día sus alardes se hacían más extravagantes.
El domingo Medusa alardeó con el molinero diciendo que su piel era más bella que la nieve recién caída. El lunes le dijo al zapatero que su cabello brillaba más que el sol. El martes le comentó al hijo del herrero que sus ojos eran más verdes que el Mar Egeo. El miércoles presumió frente a todos en los jardines públicos diciendo que sus labios eran más rojos que la rosa más roja.
Cuando no estaba ocupada compartiendo sus pensamientos sobre su belleza con todos los que pasaban por su lado, Medusa contemplaba embelesada su reflejo en el espejo. Se admiraba en su espejo de mano durante una hora cada mañana mientras se cepillaba el cabello. Se admiraba en su ventana oscurecida por una hora cada noche mientras se preparaba para ir a la cama. Y hasta se detenía a admirarse en el pozo cada tarde al sacar agua para los caballos de su padre – con frecuencia se olvidaba de traer el agua por su distracción.
Una y otra vez Medusa hablaba de su belleza a cualquiera que se detuviera lo suficiente como para escucharla – hasta un día que visitó por primera vez el Partenón con sus amigas. El Partenón era el templo más grande en toda la tierra a la diosa Atenea. Estaba decorado con esculturas y pinturas increíbles. Todo el que entraba se sentía sobrecogido por la belleza del lugar y no podían hacer otra cosa que pensar en lo agradecidos que estaban con Atenea, la diosa de la sabiduría, por inspirarlos y por cuidar de su ciudad Atenas. Todos, a excepción de Medusa.