La historia de Medusa y Atenea

Medusa trató de señalar que su belleza era una inspiración para quienes la rodeaban y que ella mejoraba sus vidas con solo lucir tan linda, pero Atenea la calló con un una seña de frustración.

“Tonterías”, replicó Atenea, “la belleza se marchita rápidamente en todos los mortales.  No consuela al enfermo, enseña a quien no sabe no alimenta al hambriento.  Y por mis poderes, perderás completamente tu encantó.  Tu destino servirá para recordar a otros que deben controlar su orgullo”.

Y con esas palabras el rostro de Medusa cambió y se convirtió en el de un horrendo monstruo.  Su cabello se torció y engrosó en forma de horribles serpientes que silbaban y peleaban entre sí encima de su cabeza.

“Medusa, esto ha pasado gracias a tu orgullo.  Tu rostro ahora es tan terrible de observar que el solo verlo convertirá a un hombre en piedra”, proclamó la diosa, “y hasta tú, Medusa, si miras tu reflejo te convertirás en piedra en el mismo instante en que veas tu rostro”.

Y así Atenea envió a Medusa con su cabello de serpientes a vivir con los monstruos ciegos – las hermanas gorgonas – en los confines de la tierra, para que nadie se convirtiera en piedra al mirarla accidentalmente.

 


 

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