Así que en lugar de vivir en Olimpo, Prometeo salió y se mezcló con los hombres para vivir con ellos y ayudarles y pronto notó que estos ya no eran felices como lo habían sido durante los días de gloria cuando Crono, el titán, era rey.  Los encontró viviendo en cuevas y en agujeros en la tierra, temblando de frío porque no había fuego, muriendo de hambre, perseguidos por las bestias salvajes y también persiguiéndose entre ellos—las más miserables de todas las creaturas vivientes.

mitología griega"Si sólo tuvieran fuego", se dijo Prometeo, "al menos podrían calentarse y cocinar su comida, y después podrían aprender a hacer herramientas y construir sus propias casas.  Sin fuego, son peores que las bestias".

Prometeo fue con valentía a ver a Zeus y le rogó que les diera fuego a los hombres, para que pudieran tener un poco de comodidad durante los largos y sombríos meses de invierno.

"¡No lo haré!" dijo Zeus, "¡No compartiré ni una chispa con ellos!  Porque si los hombres tuvieran fuego podrían volverse fuertes y sabios como nosotros y después nos sacarían del reino.  Además, el fuego es una herramienta poderosa y ellos son demasiado pobres e ignorantes para confiárselo.  Es mejor que nosotros en el Monte Olimpo gobernemos el mundo sin amenazas para que todos seamos felices".

Prometeo no respondió, pero en su corazón estaba el ayudar a la humanidad y por lo tanto no se rindió.  Cuando caminaba por la orilla del mar encontró un largo tallo de hinojo.  Lo partió y luego vio que su centro hueco estaba lleno de una sustancia seca y suave que quemaría lentamente y permanecería ardiendo por un largo tiempo.  Se llevó el tallo mientras comenzaba un largo viaje a la cima del Monte Olimpo.


 

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