Ahora los cien años se habían terminado. Cuando el Príncipe se acerco, la cerca de zarzas estaba cubierta con
grandes y hermosas rosas. Los arbustos se abrieron a su paso y lo dejaron seguir sin lastimarlo.
Ya en el jardín, el Príncipe vio los caballos y los perros tendidos durmiendo. En el
tejado estaban las palomas dormidas con sus cabezas bajo sus alas. Cuando entró a la casa, las moscas estaban dormidas en las paredes y los sirvientes dormidos en los pasillos. Cerca del trono
yacía el Rey y la Reina, durmiendo tranquilamente uno al lado del otro. En la cocina el cocinero, el muchacho y la ayudante todos dormidos con sus cabezas descansando sobre la mesa.