"No estés tan apurado, estoy segura de que a un chico como tú que está creciendo le gustaría un desayuno grande y delicioso," dijo la mujer grande y alta, "hace tanto
tiempo que no preparo un desayuno para un chico.”
Bueno, la giganta no era mala después de todo – aun cuando era un poco extraña. Llevó a Jack a la cocina y le dio un pedazo de queso y un vaso de leche. Pero Jack solo había comido un poco cuando ¡pum! ¡pum! ¡pum! La casa entera comenzó a temblar con el ruido de alguien que se acercaba.
"¡Por Dios! Es mi esposo," dijo la giganta retorciendo sus manos, "¿Qué voy a hacer por todos los cielos? No hay nada que más le guste que los chicos asados sobre tostadas y ya no me queda pan. Oh, querido, no debí haberte dejado quedar a desayunar. Ven rápido y métete allí." Y apuró a Jack para que entrara a una gran olla de cobre que estaba al lado de la estufa, justo entonces su esposo, el gigante, entró.
Entró en la cocina y dijo, "estoy listo para el desayuno – tengo tanta hambre que podría comer tres vacas. Ah, ¿qué es ese olor?
Fi-fa-fo-fum,
Huelo la sangre de un niño inglés,
Este vivo o este muerto
Moleré sus huesos para hacer mi pan.