Sara sonrió a sus hermanas y les dijo adiós
agitando su mano, pero lanzó el cuchillo a lo profundo del océano porque sabía que nunca podría matar al apuesto príncipe a quien amaba con todo su corazon.
Y llegó el día en que el príncipe y
la princesa se casaron. Todo el reino se regocijó, incluyendo a Sara, quien miraba en silencio desde la playa cerca del océano, donde una vez había nadado libremente como una sirena.
Aunque se sentía apesadumbrada, Sara estaba feliz por los días que había pasado con el príncipe y de que él se hubiera casado con su amor
verdadero.