Sara, la princesa sirena, vivía en su castillo bajo el mar con
su padre el Rey y sus cinco hermanas mayores. Todo el día jugaban en los grandiosos corredores del castillo. Las grandes ventanas color ámbar estaban abiertas y los peces subían nadando hasta donde
estaban las princesas y tomaban pedacitos de comida de sus manos.
Aunque Sara amaba a su familia y su hermoso y pacifico mundo azul, deseaba algún día ver el cielo, la luna y más especialmente,
los humanos sobre quienes había oído tantas historias.
“Cuando hayas cumplido quince años”, dijo su padre, “tendrás permiso de nadar para salir del mar y sentarte en las rocas a la luz de la
luna, mientras los grandes barcos pasan navegando y tal vez entonces verás los humanos con los que sueñas”.
Sara esperó con impaciencia a medida que cada una de sus hermanas mayores cumplía
quince años y hacían sus viajes al mundo de la superficie.