
Entonces sostuvo con fuerza su bolsa de piedras mientras se aproximaba a su madre.
“Estos son tiempos difíciles, mis queridos niños. Debemos aventurarnos en el bosque para ayudar a su padre con su trabajo” dijo.
“Pero…” comenzaron a decir ambos niños.
“¡Sin peros!” los regañó su madre.
Así que Hansel, Gretel, y su madre salieron hacia el bosque de densos árboles. Era tan escalofriante como la espesa niebla en una noche de tormenta: el cielo era gris oscuro y los árboles negros y sombríos.
Afortunadamente, Hansel había recordado dejar caer las piedras brillantes en el suelo cada tanto, de forma que pudiera seguir el rastro para regresar a casa.
“Hansel ¿En qué andas?” gritó su madre impaciente.
“¡Madre! ¡Madre! Mira esas ardillas en el árbol... ¡juraría que están bailando!” dijo Gretel usando su astucia para distraer a su madre.
Gretel sabía exactamente en qué andaba Hansel.